Las conquistas de Valentino X: la cacería.
Este breve capítulo está dedicado a Leo, que persevera más allá de la prudencia.
Viene de acá. Toda la serie (excesiva, sin dudas) acá.
Cerré los ojos. Me sentí intrépido, y un extraño orgullo llenó mi pecho. Me concentré en el aire salobre. Estaba renaciendo. Los maderos crujían con los golpes del casco sobre el mar. Un silencio de tumba pesaba en la embarcación. Los semblantes de mis hombres - porque estaban ahí, lo juro- permanecían tensos y temibles. Manos recias sosteniendo cabos. Miradas oscuras siguiendo una estela. Paladas profundas, mecánicas.
- ¡Remad, hijos del Diablo!, tuve ganas de gritar. Grité.
El taxista me miró desde el espejo retrovisor. A dos coches de distancia, el taxi de Aura avanzaba a toda velocidad. Mi timonel no le perdía el paso.
Desde mi posición podía distinguir los hombros y la nuca de mi blanca gorda. Imaginaba los dedos redondos entrelazados sobre su regazo. Adivinaba sus mejillas bañadas por las lágrimas.
No escaparía esta vez. Ya había estado en el infierno, y ahora, ante la nueva oportunidad, me sentía fuerte. Invencible.
Nos acercábamos a la presa. Ya estaba casi a tiro.
- Bien hecho, muchacho - murmuré-, bien hecho.
- Son seis con cincuenta, maestro.
Había frenado. Miré adelante y alcancé a ver el vestido de Aura bajando de su taxi y sumergiéndose en las oscuras profundidades del oceano. Vi, entonces, dónde estábamos. No pude reprimir una sonrisa.
Pagué y bajé del auto. Acomodé mis ropas. Respiré profundo y me encaminé con paso seguro hacia el interior de mi pequeña parroquia.
Viene de acá. Toda la serie (excesiva, sin dudas) acá.
Cerré los ojos. Me sentí intrépido, y un extraño orgullo llenó mi pecho. Me concentré en el aire salobre. Estaba renaciendo. Los maderos crujían con los golpes del casco sobre el mar. Un silencio de tumba pesaba en la embarcación. Los semblantes de mis hombres - porque estaban ahí, lo juro- permanecían tensos y temibles. Manos recias sosteniendo cabos. Miradas oscuras siguiendo una estela. Paladas profundas, mecánicas.
- ¡Remad, hijos del Diablo!, tuve ganas de gritar. Grité.
El taxista me miró desde el espejo retrovisor. A dos coches de distancia, el taxi de Aura avanzaba a toda velocidad. Mi timonel no le perdía el paso.
Desde mi posición podía distinguir los hombros y la nuca de mi blanca gorda. Imaginaba los dedos redondos entrelazados sobre su regazo. Adivinaba sus mejillas bañadas por las lágrimas.
No escaparía esta vez. Ya había estado en el infierno, y ahora, ante la nueva oportunidad, me sentía fuerte. Invencible.
Nos acercábamos a la presa. Ya estaba casi a tiro.
- Bien hecho, muchacho - murmuré-, bien hecho.
- Son seis con cincuenta, maestro.
Había frenado. Miré adelante y alcancé a ver el vestido de Aura bajando de su taxi y sumergiéndose en las oscuras profundidades del oceano. Vi, entonces, dónde estábamos. No pude reprimir una sonrisa.
Pagué y bajé del auto. Acomodé mis ropas. Respiré profundo y me encaminé con paso seguro hacia el interior de mi pequeña parroquia.
Comentarios
Pensaba comentar despues de leerlo todo, pero yo, con la buena literatura, y más si el texto son más de cinco líneas prefiero imprimirlo en papel, y disfrutarlo sentada en mi sofá con un buen café o un buen mate en pomelo. Y como la impresora está por la novena página y sin terminar, me temo que me voy a tomar la hora de la siesta para leer pausadamente la serie. Así que le comento ahora, pero luego lo volveré a hacer.
Un abrazo y gracias
Un abrazo.
Un abrazo
Tu dedicación no deja de sorprenderme. Muchas gracias.
Un abrazo.
Valentino está cada vez más border... Excelente. Gracias Siberia por sumarte a la lista de fans de Valentino. Asumo que lo de que falta un solo capítulo es una joda, mirá que me puedo transformar en una Annie Wilkes....
Ignoro quién es Annie Wilkes (no he salido mucho últimamente), pero tengo miedo.
Abrazou.