Las conquistas de Valentino XII: el hundimiento. (Último capítulo)
ADVERTENCIA: Viene de acá. El inicio de la serie acá.
Los cuerpos desnudos sobre las baldosas frías de la parroquia, aún agitados, todavía sudorosos, eran el correlato burdo - sucio- de un estado espiritual sublime. La enésima comprobación de que para ascender a la liviana pureza hay que someterse antes a la bajeza, pesada, del barro. Y eso es violencia. Porque lo que allí había acontecido, amigos, amigas, era una lucha: dos espíritus en pugna, dos inteligencias acechándose, esperando el momento de golpear y, cuando llegó, procediendo sin dudar.
Domino ese juego, y contaba con la ventaja de la sorpesa. No era mi primera vez, aunque mi contrincante no lo supiera. Pobre criatura: tan indefensa, tan entregada, al final del recorrido. Tan funcional a mi deseo...
Vaciar de voluntad un cuerpo: de eso se trata, al fin y al cabo. Devorar su voluntad, alimentarse de ella. Después de la tercera, cada nueva víctima se ajusta mansamente al guión. Tarde o temprano. No negaré que esta vez demandó un esfuerzo extra, no, pero tampoco fue algo extraordinario.
El espacio penumbroso, húmedo de la parroquia era perfecto. Los gemidos se elevaban como una oración. Sentía, con cada acometida, que mi propia imagen ascendía hasta el nivel de las figuras sagradas: los santos, las vírgenes, el propio Jesús, viéndolo todo desde su madero último. Quedaba yo a su lado, en igual posición, habiendo consumado mi propio sacrificio. Ja. Bien mirado, tiene gracia.
Y después el éxtasis. El ridículo cuerpo acurrucado, como el de un feto. Nada más patético y tierno al mismo tiempo. La mirada de desconcierto cuando me levanté y comencé a recoger mis cosas, a vestirme. Los ojos, anhelando una orden, incapaces ya de la menor dignidad. Esperé un segundo, gozando anticipadamente lo que sabía que iba a suceder: el rostro contrayéndose lentamente, el temblor en el mentón, la anegación de las lágrimas... Yo era, una vez más, el centro del universo. Ya podía irme, plenamente satisfecha, porque abandonar curas, deben saberlo, me causa tanto placer como conquistarlos.
Los cuerpos desnudos sobre las baldosas frías de la parroquia, aún agitados, todavía sudorosos, eran el correlato burdo - sucio- de un estado espiritual sublime. La enésima comprobación de que para ascender a la liviana pureza hay que someterse antes a la bajeza, pesada, del barro. Y eso es violencia. Porque lo que allí había acontecido, amigos, amigas, era una lucha: dos espíritus en pugna, dos inteligencias acechándose, esperando el momento de golpear y, cuando llegó, procediendo sin dudar.
Domino ese juego, y contaba con la ventaja de la sorpesa. No era mi primera vez, aunque mi contrincante no lo supiera. Pobre criatura: tan indefensa, tan entregada, al final del recorrido. Tan funcional a mi deseo...
Vaciar de voluntad un cuerpo: de eso se trata, al fin y al cabo. Devorar su voluntad, alimentarse de ella. Después de la tercera, cada nueva víctima se ajusta mansamente al guión. Tarde o temprano. No negaré que esta vez demandó un esfuerzo extra, no, pero tampoco fue algo extraordinario.
El espacio penumbroso, húmedo de la parroquia era perfecto. Los gemidos se elevaban como una oración. Sentía, con cada acometida, que mi propia imagen ascendía hasta el nivel de las figuras sagradas: los santos, las vírgenes, el propio Jesús, viéndolo todo desde su madero último. Quedaba yo a su lado, en igual posición, habiendo consumado mi propio sacrificio. Ja. Bien mirado, tiene gracia.
Y después el éxtasis. El ridículo cuerpo acurrucado, como el de un feto. Nada más patético y tierno al mismo tiempo. La mirada de desconcierto cuando me levanté y comencé a recoger mis cosas, a vestirme. Los ojos, anhelando una orden, incapaces ya de la menor dignidad. Esperé un segundo, gozando anticipadamente lo que sabía que iba a suceder: el rostro contrayéndose lentamente, el temblor en el mentón, la anegación de las lágrimas... Yo era, una vez más, el centro del universo. Ya podía irme, plenamente satisfecha, porque abandonar curas, deben saberlo, me causa tanto placer como conquistarlos.
Fin
Comentarios
Un beso
Un abrazo.
Un saludo grande
Nos seguimos leyendo.
Un abrazo.
Todavía no estoy seguro si estaré entre las fiestas, pero en cuanto lo defina te aviso. Si estoy, claro, contá con casa.
Un abrazo.
y ahora qué sigue???
besoteee
Feliz Navidad.
María, pensalo... todavía estás a tiempo.
A las dos - y a los demás, claro-, felices fiestas.
Un abrazo.
Un abrazo
Viva la lectura de los amigos.
Viva el sexo en el templo.
Me gustó el video del mar y, claro, los versos asociados.
Nos seguimos leyendo.
Saludos.
Veo que ha acometido con éxito y talento una muy buena historia en capítulos.
La verdad es que la leí de pasada, así que voy a encararla como corresponde en estos días.
En tanto, le mando un saludo.
Si no recuerdo mal quedó pendiente una reunión con Salem por estas costas. A ver cuando nos ocupamos del tema, che.
Un abrazo
Espero que disfrutes la historia.
Un abrazo.
Besos amigo
Me gustó mucho. Buenas ideas bien contadas.
Felicitaciones, Don.
Siberia, téngame paciencia... me alegra leerla de nuevo por acá.
Martín, gracias.
A los tres, abrazos.
abrazo
un abrazo.
Gracias por pasar.
Te mando un abrazo.
Gracias por pasar.
Te mando un abrazo.