catarsis VI: la región del hombre
II
Me siento a los pies de la cama. Mi madre teje, del otro lado.
El murmura. Cosas incomprensibles. Gira la cabeza un poco, y habla a alguien detrás suyo. Asiente, sonriendo.
Clava los ojos en el techo, y se queda un rato así, mirando. Viendo. Después se duerme. Despierta, y vuelve a dormirse. A veces abre los ojos retomando un diálogo que acaso siguió desarrollándose.
Lo observo, tal vez pensando en la vejez. Por primera vez en mi vida, seriamente, pensando en la vejez. Preguntándome por la región en la que un hombre, un buen hombre, conversa al mismo tiempo con sus vivos y sus muertos.
Desde allí me mira, súbitamente. Le sonrío. Me sonríe y me guiña un ojo, apenas, rápidamente.
Mi madre, al lado, teje. No le digo nada.
Me siento a los pies de la cama. Mi madre teje, del otro lado.
El murmura. Cosas incomprensibles. Gira la cabeza un poco, y habla a alguien detrás suyo. Asiente, sonriendo.
Clava los ojos en el techo, y se queda un rato así, mirando. Viendo. Después se duerme. Despierta, y vuelve a dormirse. A veces abre los ojos retomando un diálogo que acaso siguió desarrollándose.
Lo observo, tal vez pensando en la vejez. Por primera vez en mi vida, seriamente, pensando en la vejez. Preguntándome por la región en la que un hombre, un buen hombre, conversa al mismo tiempo con sus vivos y sus muertos.
Desde allí me mira, súbitamente. Le sonrío. Me sonríe y me guiña un ojo, apenas, rápidamente.
Mi madre, al lado, teje. No le digo nada.
Comentarios
Un abrazo, María
Un abrazo grande.
Un abrazo.
Abrazo.