trece horas: ocho y veinte (II)
Viene de acá.
La reja verde ya está abierta. Los vidrios del frente cubiertos por carteles con ofertas. Adelante, entre el vidrio y la reja, bolsas de carbón y cajones vacíos. A su lado está él. Camisa blanca y pantalón azul, el uniforme desentona con las zapatillas claras, demasiado grandes.
Se acomoda un poco. Ni siquiera me ponen un banquito como la gente, piensa. Los costados del cajón de cervezas sobre el que se sienta están arqueados. Chinos de mierda, piensa y se lleva la mano a la cintura; es un gesto automático. Bajo el cinturón siente el relieve del arma. Cuidate Negro, recuerda que le dijo el padre cuando se la regaló. Primero disparás y después averiguás, le dijo.
Pasan los autos, a veces los cuenta. Circulan y se detienen periódicamente; se acumulan frente al semáforo de la esquina y luego arrancan de nuevo. Como el flujo de un latido más grande, pensó alguna vez; como sangre en otra escala.
La reja verde ya está abierta. Los vidrios del frente cubiertos por carteles con ofertas. Adelante, entre el vidrio y la reja, bolsas de carbón y cajones vacíos. A su lado está él. Camisa blanca y pantalón azul, el uniforme desentona con las zapatillas claras, demasiado grandes.
Se acomoda un poco. Ni siquiera me ponen un banquito como la gente, piensa. Los costados del cajón de cervezas sobre el que se sienta están arqueados. Chinos de mierda, piensa y se lleva la mano a la cintura; es un gesto automático. Bajo el cinturón siente el relieve del arma. Cuidate Negro, recuerda que le dijo el padre cuando se la regaló. Primero disparás y después averiguás, le dijo.
Pasan los autos, a veces los cuenta. Circulan y se detienen periódicamente; se acumulan frente al semáforo de la esquina y luego arrancan de nuevo. Como el flujo de un latido más grande, pensó alguna vez; como sangre en otra escala.
Comentarios
Un abrazo
Me alegra mucho que encuentren en el relato temas que no había pensado cuando lo escribí.
Abrazo a las dos.
Un abrazo.